En el ámbito mundial se promueve como un país de verdor y libertad; sin embargo, el aspecto claustrofóbico y de ciudad encierro que presenta San José contradice esa imagen.
Las modificaciones realizadas en los últimos años en la arquitectura de los barrios capitalinos con el fin de garantizar su seguridad, la han transformado en lo que hoy es: una ciudad cautiva.
El procedimiento más empleado para ello es la elevación de los muros
y el uso de las rejas, los cuales se convierten en barreras, rompen el
diálogo y hacen que las personas se sientan presas.
Además, han
generado un nuevo modelo socioespacial, caracterizado por el temor, la
inseguridad, la falta de socialización y la desigualdad extrema.
Así
lo demuestra la Arq. Marlene Ilama Mora, en su tesis La ciudad y los
muros, imagen urbana, espacio segregado y objetos delimitantes,
presentada para optar al grado de Magíster en Artes de la Universidad
de Costa Rica.
En ella examina el proceso de enrejado y
amurallamiento del espacio urbano, que se ha generado en Costa Rica y
principalmente en el Área Metropolitana, en los últimos 40 años.
También analiza experiencias de cerramiento en otras ciudades de
América Latina.
Su objetivo es caracterizar la actual configuración
e imagen urbana del espacio residencial de San José, a partir del uso
de la reja y el muro, y sus repercusiones tanto en lo social, artístico
y cultural, como en la conformación, segregación y fragmentación del
entorno físico de la ciudad y sus habitantes.
Para ello eligió
varios sectores de la capital, partiendo del centro y orientándose
hacia el noroeste: el sector de la ciudadela Zapote, el barrio Málaga
en Sabanilla de Montes de Oca, el condominio Montserrat en Moravia y
algunos sectores de Guayabos en Curridabat y de Mata de Plátano en
Goicoechea.
También trató de contrastar entornos sociales y
económicos diversos, tradición o antigüedad del barrio, cierto grado de
ruralidad, presencia dominante de la reja o el muro, y la opción de
barrio cerrado en condominio y sin él.
UN CAMBIO NEGATIVO
Según
la Magistra Ilama, el uso de las rejas y de los muros ha alterado el
espacio urbano y su imagen, pues antiguamente los terrenos de las
edificaciones se delimitaban en forma sutil para demostrar el límite
territorial y evitar el deterioro de las áreas verdes o jardines.
Para
ello a veces se construía un pequeño muro sólido de ladrillo o
transparente hecho de metales, cuya altura no sobrepasaba un metro ni
se imponía sobre la construcción. De modo que las casas eran visibles
en su totalidad, no tenían rejas en puertas y ventanas y la
comunicación interior-exterior de los espacios era fluida física y
visualmente.
También era frecuente encontrar las cercas vivas,
caracterizadas por el verde y las diferentes floraciones según la
especie y la época del año.
Sin embargo, con el paso del tiempo las
casas adoptaron las rejas en puertas y ventanas, y el pequeño muro fue
demolido o sobre él instalada otra estructura diferente para completar
la altura necesaria.
Posteriormente, sobre las rejas metálicas se
colocan extensiones con finales en forma de punta de lanza, con la
intención expresa de agredir cualquier iniciativa de paso.
El
proceso de urbanización segrega las grandes propiedades en fragmentos
cada vez menores, con lo cual se estable la contigüidad entre las
edificaciones, afirma la investigadora.
Aparecen los muros sólidos
que se ubican en el límite de la propiedad frente a la calle, lo cual
genera cambios en la legislación urbana para permitir su construcción.
Además,
crecen las vallas en forma de portones metálicos sólidos, que se
activan con electricidad, o como muros totalmente cerrados, elevados y
construidos en su mayoría en mampostería.
Asimismo, se adopta el
modelo de condominio cerrado como forma de habitabilidad muy difundido
en la actualidad, con lo que se da una segregación espacial tipo gueto
o de pequeña ciudad amurallada dentro de la otra ciudad: la enrejada.
ARQUITECTURA DEL MIEDO
De
acuerdo con Ilama, las rejas, muros y casetillas de vigilancia reflejan
en los habitantes de una ciudad un mensaje claro de temor, inseguridad,
segregación y desconfianza.
Agrega que, según el Informe Nacional de
Desarrollo Humano del 2005, desde hace varios años la sociedad
costarricense tiene el temor como un rasgo crónico, y aunque repudia la
inseguridad por la agresión que conlleva, la acepta fatalmente.
En
este sentido, considera que los medios de comunicación inciden en la
percepción de la inseguridad ciudadana, debido a la intensa exposición
a que están sometidas las audiencias.
La tendencia al cerramiento de
las áreas residenciales en el Área Metropolitana también está presente
en otras ciudades latinoamericanas, sobre todo en Brasil, Argentina,
México y Chile, lo que revela la forma de construir la ciudad propia
del proceso de globalización, mediante la arquitectura del miedo y de
la violencia.
Según la investigadora, en ella hay una actitud
defensiva y un temor hacia el otro, el espacio físico se disminuye y se
amplían las distancias entre ricos y pobres.
Al mismo tiempo, se
genera un enclaustramiento espacial como respuesta a la búsqueda de
seguridad, lo cual, por el contrario, incrementa la sensación de miedo.
Esta
situación ha sido aprovechada por el mercadeo inmobiliario, con el
argumento del miedo como el valor más preciado de la oferta y la
demanda de la necesidad de habitar.
Por otra parte, según la opinión
de vecinos, arquitectos y artistas que participaron en la
investigación, la imagen urbana producida por los muros y las rejas
evoca las cárceles y los espacios militares, sobre todo por la altura,
la presencia del alambre navaja, las cercas eléctricas y los barrotes.
De
manera que la ciudad es percibida de forma negativa y ajena a la
tradición de país pacífico. Se percibe como un campo de guerra lleno de
objetos propios de esa condición: picos, puntas de lanza, navajas y
alarmas. Es una imagen cargada de hostilidad y de violencia.
Mora se pregunta si “¿estaremos encaminándonos a un proceso de medievalización?”.